Existen a día de hoy muchas ideas falsas acerca de la psicoterapia. Todavía muchas más con respecto a la psicoterapia psicoanalítica. En general, el paciente no suele tener clara la formación mínima requerida por parte de aquellos profesionales que nos dedicamos (varios años de formación de postgrado, de análisis personal y de práctica clínica supervisada). Junto a tal desinformación, nos encontramos también en un contexto global en el que proliferan por doquier supuestos “terapeutas” y “psicoterapeutas” sin formación mínima, con una formación de algunos fines de semana o que bien directamente son intrusos o charlatanes de la salud, por no hablar de tantos gurús de la autoayuda que aseguran haberse formado en psicoanálisis de manera fraudulenta o practicantes new age que sostienen haber hecho todo tipo de terapias “locas” o incluso refiriéndose de forma mentirosa a que estudiaron o se formaron en psicoanálisis. En otros lugares, he escrito sobre ello, particularmente desde el prisma del riesgo que tienen tales prácticas silvestres -por no decir salvajes- ya no tan sólo sobre nuestra práctica profesional y su imagen profesional, sino especialmente por el daño derivado sobre los propios pacientes o sus familiares.

Junto a esta situación, nos encontramos también con medios de comunicación que pueden ofrecer una imagen simplista, desfasada o directamente ridiculizante. Gran parte de la crítica pasa muchas veces por sostener que, como la psicoterapia psicoanalítica deriva del psicoanálisis, en consecuencia, carece de validez o efectividad alguna. Aunque los estudios realizados nos muestran una imagen bien distinta. Cuando se hace referencia de modo despectivo a que la práctica psicoanalítica deriva del psicoanálisis, tal afirmación se acompaña de una imagen anticuada centrada en la figura de Freud y sus ideas ¡de hace más de cien años! En la actualidad, hay que decir que la diversificación es la nota dominante en nuestro campo, por lo que hablamos de psicoterapias psicoanalíticas o de forma más general de prácticas psicoanalíticas, englobando así toda una serie de prácticas psicoterapéuticas que son aplicaciones del psicoanálisis en la atención individual, de pareja, familia e incluso a nivel de grupos u organizaciones.

Paradójicamente,  y si bien se continúa difundiendo una imagen denostada del psicoanálisis, la cultura ha incorporado muchas aportaciones del mismo, por ejemplo: la importancia de los primeros años de vida; que las situaciones traumáticas generan daño psíquico; la importancia de no reprimir sentimientos; los sueños como productos de la mente que pueden tener una significación; el que pueden darse lapsus del lenguaje que serían indicativos de intenciones ocultas; que a través de la palabra se pueden solventar conflictos; o la existencia de una parte de nuestra mente que es inconsciente, por mencionar tan sólo alguna de ellas.  Adicionalmente, conviene recordar que prácticamente todos los modelos de intervención psicoterapéutica profesionales derivan o incorporan ingredientes importados del psicoanálisis. 

Para el paciente, es importante saber -aparte de los requerimientos mínimos de formación del profesional mencionados anteriormente-, que un psicoanálisis se realiza en diván a una frecuencia de entre tres y cinco sesiones a la semana, mientras que una psicoterapia psicoanalítica se lleva a cabo a una frecuencia de una o dos sesiones a la semana, cara a cara, sentados en butacas. Si bien, y como subraya el psicoterapeuta norteamericano Jonathan Shelder, el legado del psicoanálisis en estas aplicaciones psicoterapéuticas no es tanto una teoría determinada o una posición anatómica, sino más bien una sensibilidad, una sensibilidad hacia la complejidad de la vida interna de nuestros pacientes.

Las intervenciones psicoanalíticas persiguen una profundidad que parece reñida con nuestro tiempo, centrado en la imagen, la inmediatez, la celeridad y el éxito. Además, vivimos en una época en la que todo se vende, y también la psicoterapia, que se ofrece entonces protocolizadamente y transformada en paquetes de intervención, si bien no existe evidencia alguna que justifique su supuesta mayor efectividad. El propio apartamiento del psicoanálisis de las universidades, por diversas razones históricas, favoreció también una situación en la que fueron ganando terreno aplicaciones de la terapia cognitivo-conductual, manualizada y vendible a las compañías de seguros. Junto a ser productos más vendibles en el sector de la salud, se desarrollaron en consonancia toda una serie de recursos de investigación orientados a demostrar la efectividad de tales intervenciones, que pueden serlo, si bien sus efectos no son tan prolongados en el tiempo como los que se observan en intervenciones psicoanalíticas. Por otra parte, y aunque la mayoría de los psicoterapeutas reconocen ciertas influencias del psicoanálisis en su práctica profesional, muchos investigadores parecen considerarlo directamente absurdo. Por ejemplo, si bien se ha producido en los últimos años un desarrollo considerable, desde las ciencias cognitivas, de estudios en relación a procesos cognitivos inconscientes, no suelen mencionarse las aportaciones psicoanalíticas previas a tales estudios.

La percepción de que los enfoques psicoanalíticos carecen de validación empírica no concuerda con la evidencia científica existente, y ello puede producir una difusión selectiva de los resultados de la investigación. Pero es que, muchas veces, incluso son los propios profesionales los que desconocen que existen estudios sólidos sobre la efectividad de la intervención psicoanalítica. En nuestro medio, el colega Alejandro Ávila se ha encargado de compilar los estudios realizados en este terreno y que pueden consultarse en la página web de la sección de psicoterapia psicoanalítica de la FEAP; de acuerdo con Ávila, no puede seguir sosteniéndose que las intervenciones psicoanalíticas carezcan de investigación que apoye su efectividad, puesto que existe una importante cantidad de trabajos que apoyan su efectividad, eficacia y utilidad clínica.

A modo de resumen, conviene recordar que los estudios realizados hasta el momento nos muestran que el tamaño del efecto de la terapia psicoanalítica es tan amplio como el de otras terapias que se han catalogado como “validadas empíricamente” o “basadas en la evidencia”. Aparte, y de acuerdo con estos mismos estudios, los pacientes que han recibido terapia psicoanalítica siguen obteniendo beneficios terapéuticos y continúan mejorando una vez finalizado el tratamiento, frente a otras intervenciones terapéuticas que se centran en modificaciones de la conducta. Finalmente, parece ser que las terapias que no son psicoanalíticas pueden ser efectivas, en parte, porque los terapeutas más experimentados incorporan técnicas que durante mucho tiempo han sido elementos centrales de la teoría y la práctica del psicoanálisis.

Lo cierto es que una propuesta terapéutica de corte psicoanalítico es mucho más ambiciosa y persigue cambios más profundos en los pacientes. Son largas, ciertamente, entre otras cosas porque los cambios en corto tiempo no son estables con el paso del tiempo y porque es de sentido común que un cambio profundo y duradero requerirá tiempo de elaboración. Volviendo nuevamente a Shelder, éste nos indicaba ya hace más de una década que pueden aislarse siete temas centrales que caracterizarían una psicoterapia psicoanalítica, frente a otras intervenciones terapéuticas, como podría ser el caso de las intervenciones conductuales cognitivas:

  • Focalización en los afectos. Mientras que las terapias cognitivas se centran en los pensamientos o creencias, aquí el foco se pone más en la exploración y expresión de una amplia variedad de emociones. No es lo mismo tomar conciencia desde un punto racional, tomar conciencia a través de un proceso terapéutico que permita explorar y profundizar en nuestro mundo emocional.
  • Exploración de pensamientos y sentimientos que tienden a ser rechazados. Por lo general, tendemos a hacer muchas cosas para evitar pensar ciertos pensamientos o tomar contacto con algunas emociones. Un psicoterapeuta orientado psicoanalíticamente invitará al paciente a explorar ciertos actos, detalles o verbalizaciones que dan cuenta de esta tendencia tan humana a no querer reconocer ciertos aspectos de nuestro comportamiento.
  • Identificar temas recurrentes. A veces las personas podemos no ser conscientes de tales patrones de funcionamiento, en otras ocasiones podemos vernos repitiendo una y otra vez los mismos patrones sin entender el por qué o viéndonos empujados a repetirlos. Un trabajo psicoterapéutico de tipo psicoanalítico buscará también poder identificar ciertos patrones de relación con uno mismo y con los demás.
  • Revisión de experiencias pasadas. Una psicoterapia psicoanalítica dará importancia a las experiencias infantiles y a aquellas experiencias vividas en relación con nuestro entorno familiar. Particularmente, el psicoterapeuta ayudará al paciente a explorar cómo esas experiencias vividas pueden dar forma a la experiencia del presente, con la finalidad de poder ayudar a la persona a funcionar de un modo más autónomo y sin quedar atrapado en patrones del pasado.
  • Focalización en las relaciones con los demás. La psicoterapia psicoanalítica dará importancia al mundo de las relaciones, explorando aquellos aspectos que pueden ser conflictivos en tales relaciones, para ver de qué manera se relacionan tales dificultades con la propia historia personal y con el mundo emocional.
  • Focalización en la relación terapéutica. En una psicoterapia psicoanalítica la relación que se establece entre el paciente y el terapeuta es esencial y pasa a formar parte del trabajo a realizar. Y es que hay ciertos patrones que tienden a repetirse en la relación con el terapeuta y justamente su reiteración será lo que nos permita explorar con el paciente la significación de tales patrones y poderlos revivir en la relación con el terapeuta para, a partir de ahí, promover cambios más profundos en nuestro funcionamiento mental.
  • Exploración de la fantasía. En contraposición con otras propuestas terapéuticas en las que se dan tareas o se estructuran racionalmente las sesiones, en una psicoterapia psicoanalítica, se explora la vida de fantasía, invitando al paciente a hablar con la mayor libertad que se pueda, lo que favorecerá la aparición de material con el que poder trabajar para comprender mejor el funcionamiento de nuestra mente.